Vivimos en un mundo demasiado lleno de promesas. No es que haya nada de malo en las promesas como tales, pero a veces la expectativa que generan puede ser peligrosa si no se dan las situaciones prometidas.
De igual forma hay promesas seguras y hasta poéticas: una nueva flor, el nuevo día, una nueva oportunidad de hacer algo, que habrá estrellas esta noche... todas inofensivas y suaves.
Pero hay que tener cautela con lo que nos prometen y con lo que prometemos. Debemos honrar nuestras promesas y esperar lo mejor de las promesas relevantes de los demás, pero no podemos ser ciegos a las situaciones cambiantes que pueden modificar el escenario.
Y principalmente respeta las promesas que te hagas a ti mismo: esas son 100% responsabilidad propia y son fácilmente las más importantes que harás en tus cortos viajes alrededor del Sol.
C.